“... pero el indio no podía vivir entre paredes
y un día fue a buscar su desierto”
Jorge Luis Borges
Era un cautivo de la oficina,
del huracán de números
y el gemido devorador de supermercados.
Era prisionero de la diadema de farolas
que corrían ardiendo entre las avenidas de la sordera.
Huérfano en la niebla polvorienta de tanta gente,
vagabundo del azúcar que engaña el hambre,
ausente del olor a tierra mojada.
Rodeado de miradas deshojadas,
vivía en una soledad poblada de esquinas,
que se perdían en las raíces del túnel tristeza.
Y en el horizonte, un enjambre de muros y muros.
Un día fue a buscar su desierto.
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